RUTA AL PICO CUIÑA

Día 22 de octubre de 2019, amanece un nuevo día. Algo cansados por la ascensión al Pico Miravalles el día anterior y por las condiciones tan adversas de tiempo que tuvimos.
Amaneció un día magnífico, con un sol espléndido. En nuestro plan de ruta estaba subir al Pico Cuiña, aunque no sabíamos en que condiciones iba a estar la montaña, tras la nevada del día anterior.
Partimos nuevamente del Puerto de Ancares o Alto de Balouta. En este caso cogimos el camino que sale en el puerto hacia la izquierda. El cielo estaba brillante, sin nubes a la vista, lo que nos permitió ver la ruta que habíamos hecho el día anterior y la cima del Pico Miravalles.
Tras caminar un pequeño tramo entre piornos como el día anterior, con la diferencia que no estaban cargados de agua, llegamos al refugio del puerto.
Allí en vez de ir por la senda marcada, cogimos un camino alternativo, una especie de cortafuegos que lleva al mismo sitio. Comenzaba la subida de Peña Verea, con 1822 metros.
Habíamos llegado casi sin enterarnos a la segunda subida del día, el Brañutín con 1886 metros de altitud.
A estas alturas apareció la nieve que había caído en los días anteriores. Se caminaba bien por ella, ya que estaba dura, pero no había ninguna zona con hielo.
Tras subir al Brañutín, volvimos a descender al collado que hay entre él y el Pico Cuiña. Ya sólo nos quedaba el último esfuerzo.
En la fotografía siguiente se ven las vistas hacia el oeste desde la cima del Brañutín. A estas horas tempranas del día, todavía había niebla en los valles.
Desde el collado, mirando hacia el este y hacia abajo, vimos el Pozo Ferreira o lago del Cuiña. Todavía teníamos que subir al Cuiña.
Durante todo el trayecto que llevábamos sobre la nieve veíamos huellas de rebecos. Pero al comienzo de la subida al Cuiña, nos encontramos con estas huellas diferentes. Serían de algún oso despistado??
Ya teníamos la cima cerca, la podíamos tocar con la punta de los dedos.
La última subida es muy directa, se traza una línea por el cordal y hacia arriba. No tiene gran pendiente aunque si es algo larga.
Y por fin llegamos a nuestro objetivo del día, la Cima del Cuiña a 1997 metros. Ahora si que teníamos una vista de 360º a nuestro alrededor.
Cima del Miravalles desde enfrente.
Las vistas desde la cima son espectaculares ya que se ven muchas cimas de la Cordillera Cantábrica, entre ellas Peña Ubiña en la lejanía.
En la cima hay un cartel metálico indicando el nombre y la altitud. Con la nieve, el viento y el frío se formó esta curiosa composición.
Vistas hacia el Oeste.
Vistas hacia el Este.
La vuelta la queríamos hacer por otro camino diferente al de la subida. De esta forma podríamos visitar el Pozo Ferreira.
Volvimos a descender la pendiente del Cuiña que habíamos subido hasta llegar nuevamente al collado. Allí sale la senda para el Pozo Ferreira, senda que en algún momento perdimos y tuvimos que bajar campo a través.
Siempre solos en la montaña, la soledad del aventurero, el subidón que le da a uno cuando contempla estos paisajes.
Del Pozo Ferreira teníamos que dirigirnos hacia el Refugio del Pico Cuiña. Aquí fue más sencillo ya que alguien había estado antes y sólo tuvimos que seguir sus huellas.
El refugio es pequeño y estaba cerrado.
Una vez pasado el refugio la senda continuaba hacia el norte para irse a reunir con la senda de la ida a la altura del Brañutín.
Los rebecos se hicieron de rogar, pero al final aparecieron reivindicando su espacio natural.
En las fotografías siguientes se ve el desnivel que tuvimos que subir para llegar al camino de ida.
 Vuelta por el Refugio del Puerto de Ancares, que estaba bastante limpio y con buen aspecto. Una vez allí tomamos dos caminos diferentes: yo fui por la pista de tierra hasta la carretera y mi hijo por la senda. Por supuesto él llegó mucho antes.
Después de 8'66 km, 482 metros de desnivel y cinco horas de caminata, llegamos al Puerto de Ancares, nuestro punto de inicio.

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RUTA AL PICO MIRAVALLES

La ruta al Pico Miravalles que realizamos el día 21 de octubre de 2019 no fue otra ruta más. Fue el rencuentro con la montaña después de mucho tiempo. Por eso voy a contar la historia tal y como aconteción ese día, a mi hijo y a mi.
Es día amaneció un día gris. Había estado lloviendo durante la noche y los pronósticos no auguraban mucha mejoría. A las 8:45 horas sonó el despertador. Lo lógico era quedarse agusto dentro de la cama y volverse a dormir.
Pero no habíamos hecho un viaje de 3 horas desde Santiago de Compostela hasta Tejedo de Ancares para quedarnos en casa. Así que nos pusimos en marcha. Desayunamos sin las prisas habituales, para ver como iban evolucionando las nubes.
Después de abrigarnos de forma apropiada, que el día no estaba para heroicidades, cogimos el coche y subimos los 7'8 km del Puerto de Ancares que nos separaba del Puerto de Ancares a 1669 metros de altitud. Allí aparcamos el coche y coincidimos con un grupo de personas que se dirigían al Pico Cuiña. 
Nosotros no habíamos decidido aún hacia donde tirar, pero después de ver el panorama del Pico Cuiña completamente nevado y la gran cantidad de nubes que se estaban metiendo, decidimos ir al Miravalles.
Después de coger los bastones, las mochilas y las cámaras de fotos nos dirigimos hacia el mirador de Balouta.
El valle estaba envuelto en la niebla y teníamos varias capas de nubes por encima de nosotros, algunas bastante amenazadoras.

Encontrar el sendero de salida fue bastante sencillo. Sólo había que atravesar el área recreativa que hay en el puerto.
La senda comenzaba ya con subida entre los piornos, que estaban cargados de agua de lluvia. Al principio, para evitar que nos calaran los pantalones, íbamos moviendo los piornos con los bastones para eliminar el agua. Pero este sistema era inviable si queríamos llegar a algún sitio. Así que nos resignamos a ir mojados de cintura para abajo.
Pero el reto merecía este pequeño efecto secundario.
La primera cima que debíamos afrontar estaba relativamente cerca. Se trataba del Gamotal, con 1762 metros de altitud.
Íbamos caminando por en sendero envueltos en una niebla persistente, pero que nos permitía ver bastante bien el camino. De vez en cuando se abrían un poco las nubes y nos saludaba el sol.
Después de llegar a la cima del Gamotal, el sendero iba por la cresta. Desde allí ya se observaba el siguiente punto de referencia: El Alto das Concas con 1726 m.
A pesar de las inclemencias del tiempo, el paisaje que observábamos cuando se abrían las nubes era espectacular. Nos imaginábamos como debería ser en un día de sol radiante.
Teníamos todos los ingredientes para pasar un buena jornada de montaña. No había nadie en toda la ruta y la soledad de la montaña es algo que no se puede describir con palabras. Es una sensación maravillosa y única.
Al no haber más gente por delante hicieron acto de presencia nuestr@s amig@s los rebecos.
Los rebecos o gamuzas (Rupicabra rupicabra) son bóvidos de la subfamilia Caprinae, que miden entre 110 y 130 cm de altura con pesos que oscilan entre los 20 y 30 kg. Los machos son mayores que las hembras con el pelaje más oscuro y los cuernos más grandes.
Son animales perfectamente adaptados a las condiciones de la alta montaña, ya que tienen membranas interdigitales que aumentan la superficie de contacto con el suelo y poseen un gran equilibrio y capacidad de escalada.
Pero volvamos al relato de la aventura. Tras el alto de las Concas, la siguiente cima era Pina Neira con 1812 metros de altitud. La ruta al pico Miravalles tiene dos opciones: pasar por la cima de Pina Neira o rodearla. Nosotros optamos por esta segunda posibilidad.
La senda atravesaba un canchal típico de los paisajes de alta montaña. Aunque había que andar con cuidado de donde de ponían los pies, no tuvimos ningún problema al atravesarlo.
Por supuesto los que no tienen problemas son los rebecos que seguían haciendo acto de presencia, curiosos por ver a dos locos andar por el monte con el día que hacía.
Tras rodear la Pina Neira, hizo acto de presencia la nieve caída en los días anteriores. La verdad nos daba un poco igual ya que íbamos empapados desde hacía más de una hora.
Llegamos al Collado del Arnerioso donde se juntan los caminos y está el letrero indicativo del Pico de Miravalles. Tan sólo nos faltaba media hora de camino para llegar a una cima que se intuía entre la niebla. En este momento ya había empezado a nevar, pero el viento estaba en calma.
Siempre que vemos nieve nos preguntamos cual será el estado de la misma. Llevábamos nuestro calzado de montaña, pero sin piolet ni crampones para facilitar el ascenso.
Tuvimos la gran suerte de que la nieve estaba blanda y, aunque en ocasiones nuestros pies se hundían en ella, era mejor que si estuviera helada.
En la fotografía siguiente se puede observar el punto crítico de la subida. En él se ve una pendiente bastante moderada donde tuvimos que tallar peldaños para no resbalar. También lo hicimos pensando en la bajada.
El tiempo había empeorado, la niebla era persistente y no paraba de nevar. La sensación térmica no era mala, a pesar de ir mojados de cintura para abajo.
Con paciencia, cuidado y relevándonos en la apertura de la senda fuimos ganando metros a la montaña.
Y después de dos horas y media de caminata, por fin llegamos a la Cima del Pico Miravalles con 1992 metros de altitud.
Las dudas de cómo iba a evolucionar el día estaban ya despejadas, se había cerrado el cielo con nubes y no paraba de nevar. Después de las consiguientes fotos de la cima, comenzamos la bajada, que en estos casos fue más complicada que la subida.
Se dice que una montaña no se conquista hasta que uno ha regresado al punto de partida, campo base o como quiera uno llamarlo.
Debido a la nieve en algunos puntos se había borrado ya las huellas que habíamos dejado en la subida. Pero la ventaja de esta ruta es que no hay sendas alternativas que le puedan confundir a alguno.
Uno de los problemas que hay que tener en cuenta cuando se sube una montaña es el cansancio que vamos acumulando y que suele ser la causa de muchos accidentes de montaña en los descensos.
Aunque nos habíamos subido un 8000, nuestra satisfacción era equiparable a los alpinistas de élite. 
Después de bajar hasta el Collado de Arneiroso, que estuvo completamente tapizado por una capa de nieve de unos 10-20 cm, respiramos. Sólo faltaba seguir la senda trazada durante el camino de ida para regresar al coche.
Al final fueron 4 horas y tres cuartos de camino, con 450 metros de desnivel. Ésto son sólo cifras, lo más importante fue la experiencia vivida. Merece la pena.

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