DESAFIO EXTREMO EN KAYAK: VUELTA A LA ISLA DE AROSA

La vida en si misma es un reto diario, en el trabajo, con los hijos, con tu pareja. Y más si tienes una enfermedad crónica, donde hay que superarse día a día, sin poder pensar en un futuro a largo plazo. Pero eso no quita para marcarte otros retos diferentes, que den sentido a las cosas que te gustan. En mi caso, encontré el kayak y me dio la vida.
Después de un año con el kayak, empecé a plantearme algunos retos para ver si era capaz de cumplirlos. Uno de ellos era dar la vuelta a la Isla de Arosa. Ya lo intenté en otra ocasión, pero tuve que renunciar por el viento intenso que había. En esta ocasión, domingo 2 de abril de 2017, las condiciones climatológicas eran mejores. En windguru daban viento del nordeste de 4-5 nudos mantenidos, con rachas de 9-10.
Lo ideal era haberlo hecho sin viento alguno, pero eso en las rías gallegas es difícil, sobre todo en una zona tan expuesta como la Isla de Arosa (A Illa de Arousa)
Así si quería dar la vuelta completa a la isla había que salir prontito, sobre todo porque a lo largo de la tarde el viento iría aumentando de intensidad. Así a las 9 de la mañana estaba aparcando el coche al lado de la playa.
No se habían despertado ni los peces a esas horas. Salí de la playa de Camaxe, pasando el puente de la Isla, cruzando dos rotondas y en la segunda girando a la izquierda.
Inicié el recorrido hacia el norte, para aprovechar el viento de cola más tarde. Pasé por delante de la playa de O Bao, cruzando el puente. Una vez cruzado, sin la protección del mismo, empezó a soplar algo de viento en contra.
Me dirigí a la punta do Aguillón y desembarqué en la playa de Cabodeiro. No había revisado el gps y había saltado la alarma de pilas bajas. Así que a cambiarlas y de paso descansar un poquito.
Se empezaba ya a desperezar la isla: se veía gente corriendo por el paseo o en bicicleta.
Bordeé la punta do Furado y entré el puerto de Xufrés. Por efecto del viento, el mar ya no era una balsa como al principio de la travesía. Se puede ver en la fotografía inferior lo ondulado que ya estaba.
En el puerto, me refugié un poco con los barcos pesqueros, que al ser domingo no habían salido a la mar y estaban fondeados.
Desde el puerto, me pegué a la costa pasando al lado de este islote aislado donde hay una enorme cadena de hierro de algún barco.
Rodeé la Punta Campelo, para encontrarme en el extremo norte de la isla. Aquí la corriente era lateral y era algo difícil manejar el kayak.
Pasé por delante de las playas de O Naso y os Bufos, desembarcando en un pequeño arenal que hay al lado del Faro de Punta Cabalo.
El faro de Punta Cabalo fue construído en el año 1852 bajo la dirección del Ingeniero Celedonio de Uribe. En sus inicios fue atendido por dos “torreiros” llevando las sucesivas reformas, hasta la supresión a principios del siglo pasado. Ahora convertido en un restaurante.
Todavía el día seguía gris, con muchas nubes altas, pero con el viento que soplaba no iban a durar mucho. Decidí subir andando hasta el faro, que en esta época del año está cerrado.
Desde el faro se ve toda la ensenada, con la playa de Area da Secada presidiendo.
En la fotografía inferior se puede ver el tamaño de las rocas que hay en los alrededores del faro. Ésta es peculiar ya que está apoyada en los dos extremos y una pequeña roca, en su parte central. Yo no pasaría la noche debajo de ella...
Si el faro es bonito desde tierra, no es digo nada desde el mar. Las fotografías inferiores hablan por sí solas.
Una vez superado el faro, entré en la ensenada para navegar cerca de la playa de Area da Secada, así iba más protegido del viento.
La ensenada está cerrada por la punta de Barbafeita, donde los líquenes de las rocas les dan un color amarillo característico.
Ya estaba navegando por la otra parte de la isla, hacia el sur. Entré en la bahía donde se encuentra el pueblo de la Isla. Allí hay varios muelles para el atraque de barcos, pero nada más interesante.
El tiempo iba pasando y la marea iba bajando, por lo que dejaba un montón de algas en la superficie, en la orilla de las playas. Decidí desembarcar en la playa Arruda para comer algo y descansar.
El siguiente punto digno de mención es la Ensenada Brava donde se encuentra el Molino de marea As Aceñas.
Se aprovechaba de las pleamares y bajamares, con tres ruedas, dos de ellas para moler maíz y la otra para moler trigo.
Como podéis ver el día iba mejorando con respecto a la ausencia de nubes en el cielo. Eso permitía ver perfectamente el fondo arenoso de esta parte de la isla, que es poco profundo.
Estaba entrando en el parque natural O Carreirón, una parte protegida de la isla y para mi la más bonita. Mirar como se va viendo el fondo marino en todo momento.
Una vez pasada la punta Carreirón, se llega a la parte sur de la isla, la más visitada.
Desembarqué en la playa As Margaritas. Nueva pausa para disfrutar del día tan bueno que hacía.
Esta parte sur está lleno de calas de arena blanca pequeñas, rodeadas de rocas, con entrantes y salientes, que hacen muy divertido el palear. Sólo hay que tener un poco de cuidado, ya que algunas rocas superficiales no se ven hasta que uno está encima de ellas.
En la fotografía inferior se ve el kayak en la playa Lortreira, donde también paré. Por supuesto estas playas en verano están llenas de bañistas.
Hasta la punta Xastelas, donde termina la parte sur de la isla, existe una sucesión de pequeñas playas con un montón de rocas.
Y además la cantidad de vegetación marina que hay en estos fondos, que en algunos momentos dificultaban mucho la navegación.
Viendo la imagen inferior entiendo las leyendas del mar de los sargazos cuando se quedaban varados los  Barcos.
Después de rodear la Punta Xastelas, llegué a la playa del mismo nombre. Allí paré para hacerme una idea de donde había comenzado la ruta.
Esta fue la parte más costosa de toda la ruta, ya que el viento lo tenía de cara y había aumentado algo de intensidad. Así que había que atarse los machos y palear sin parar.
El problema que encontré fue la marea baja, que dejaba una zona grande de algas, piedras y lodo. Por eso tuve que desembarcar un poco más allá de donde había entrado, en la playa de Camaxe pequeno.
Y así después de más de 6 horas de navegación, de disfrutar como un enano, volví al punto de partida, feliz como una perdiz. Lo había logrado, el reto estaba cumplido.
La ruta la podéis ver en WIKILOC
Y, por supuesto, ya hay un próximo reto: la isla de Salvora me espera.

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