MEMORIAS DE ÁFRICA (MAYO 2017)

Al hablar de África a la gente que ha estado allí, bien de turista o bien como voluntario en alguna ONG, todos dicen que engancha. Y es cierto. Los paisajes son espectaculares pero lo mejor de todo es la gente de allí, que es maravillosa. Siempre están con una sonrisa, a pesar de lo poco que tienen. Y nosotros llenos de cosas, atiborrados de comida, con esperanzas de vida y de futura, siempre estamos medio enfadados. Hay que aprender de ellos.
Este es un primer acercamiento a una serie de entradas del viaje que realizamos. "Allí donde fueras haz lo que vieras", filosofía que siempre apliqué a mi vida. Así que aquí me veis probando un gusano a la parrilla. Tengo que reconocer que fue toda una experiencia, sabe como a gambas, pero prefiero las de Huelva.
Estuvimos en Botswana, una nación que no situaba bien en el mapa, en el parque nacional de Chobe, uno de los múltiples que hay en África, para que no acaben con la maravilla natural de ver animales salvajes en su hábitat. Aquí veis a uno de los guías sosteniendo el cráneo de un elefante.
En Chobe, adonde fuimos de safari fotográfico dos mañanas, vimos muchos animales, entre ellos Búfalos, uno de los cinco grandes. Es un animal pacífico a distancia, pero parece un tanque, así que mejor no cabrearlo
Y el árbol mágico de África, el Baobab, un árbol que quiere llegar al cielo y por ello sus ramas parecen raíces que van creciendo hacia el cielo.
Los hipopótamos, otro de los grandes, los vimos en el río Chobe, aunque no le gusta la presencia humana, por lo que huían de los turistas. Esto es lo más cerca que tuve a uno, menos mal que era una escultura.
Para mi el animal más elegante es la jirafa, un animal que a lo largo de la evolución tuvo que adaptarse a comer hojas de las copas de los árboles. Son enormes, se podría pasar perfectamente por debajo de su cuerpo, sin rozarlo. Además tiene andares de modelo de pasarela.
Cuando casi habíamos perdido la esperanza de ver al elefante africano, mucho más grande que el asiático, a última hora, cuando ya volvíamos de vuelta al hotel, vimos una manada de ellos al lado del camino. Los tuvimos a escasos metros. Impresionan por su tamaño y aunque no suelen atacar, estaban con las crías y, a la madre no le gustó nada nuestra presencia.
Estamos en su medio y si sienten que amenazas a sus crías con tu presencia, ellos atacarán. Por suerte, la madre que atacó al segundo jeep lo hizo cuando éste ya había arrancado.
Y, en Chobe, después de las emociones matutinas, por la tarde un paseo relajante por el río para seguir buscando animales.
De Botswana nos llevaron a Zambia, atravesando de manera rudimentaria el río Zambeze (esto lo veréis en las próximas entregas). Nos alojamos al lado de las Cataratas Victoria, en el Hotel Royal Livingstone, donde en vez de gatos o perros, tenían cebras y jirafas por el jardín.
Para un amante de las fervenzas, ver las cataratas Victoria es lo más. Es como para un motero correr en moto GP. En la fotografía inferior se ve el puente que cruza de Zambia a Zimbawe, países que comparten la catarata.
El nombre local de las cataratas es  Mosi-oa-Tunya, el humo que truena.
Aquí el río Zambeze tiene una anchura de 1700 metros. Llegamos en la época del año que más agua trae, justo después de la temporada de lluvias que había terminado dos semanas antes.
El agua que se precipita de la catarata es tal que rebota en el fondo y asciende más de 100 metros de altura. Claro posteriormente cae en forma de lluvia torrencial.
Además de los baños que nos dimos para cruzar el puente del diablo, había sitios donde sacar buenas fotografías con los arcos iris que se forman.
Y la mayor de las sorpresas del viaje, por la sorpresa (al no estar en el programa) y por lo que vimos, fue el viaje en helicóptero por encima de la Catarata.
Después de esta maravilla natural, dije: "ya puedo morirme tranquilo". Una imagen vale más que cien palabras.
Y de Zambia volamos a Ciudad del Cabo (Cape Town), a los pies de una de las ocho nuevas maravillas naturales del mundo, the table mountain. Esta era la vista que teníamos desde la habitación del hotel.
Además de ver Ciudad del Cabo, nos llevaron más al sur, al Hout Bay, una bahía preciosa.
Allí cogimos un barco para ir a Duiker island para ver la colonia de focas que hay allí. Además tuvimos la suerte de ver a la vuelta decenas de delfines.
Y nos llevaron hasta el Cape Point o Cabo de Buena Esperanza. Yo tenía una idea equivocada, pensé que era el punto más al sur de África y no es así. Pero el nombre hace alusión a los marinos de hace siglos, porque tras pasar este cabo, podían cambiar ya el rumbo.
Estuvimos poco tiempo, porque la agenda de visita era así. Subimos al faro antiguo y yo me fui casi "corriendo" para poder ver el nuevo faro situado más en el cabo. Comimos en el restaurante "two oceans" y con ganas de un baño en esa playa maravillosa nos quedamos.
Después de la comida nos llevaron a la parte baja, donde hay este cartel donde todo el mundo quiere hacerse una foto y hay una gran cola. Me pareció increíble que buscaran más el cartel que fijarse en el entorno natural en el que estábamos.
Y para remate fuimos a ver una colonia de pingüinos en una playa de la Bahía Falsa. Los únicos que llevan el fraq las 24 horas del día.
A diferencia de otros pingüinos, estos son pequeños, menores de 50 cm.
Con mi compañera de fatigas, gracias por todo.
Y como a la gente le entra el "ansia viva " de las compras, nos llevaron a un mercadillo. Nada nuevo a los de aquí.
Y nos despedimos del viaje en el puerto turístico de Cape Town. Desde aquí nos esperaba un interminable viaje de vuelta, pero felices por todo lo vivido y por la gente que conocimos.
Y, en el próximo capítulo, hablaré sobre El Parque Nacional de Chobe.

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