RUTA BUJARUELO - VALLE DE OTAL

ASCENSIÓN A PEÑA UBIÑA

FORMIGAL-COLLADO FORATATA

Siempre que se va a Formigal es imposible abstraerse de una gran peña rocosa de líneas verticales, dolomítca, que surge como un faro sobre Sallent de Gállego. Se trata de la Peña Foratata.
En un día que amenazaba tormenta, que los truenos se oían por el Valle de Tena, por las altas cumbres, decidí ir a Formigal e intentar subir lo más arriba que el tiempo me dejara.
Salí de la parte alta de Formigal donde había un letrero indicativo de la ruta a realizar. Al principio vamos por una pista de tierra ancha, para empezar a subir por un sendero que da varias lazadas.
Tras varias lazadas la pista termina junto a unos muros para encerrar el ganado. Rodearemos el muro por la derecha, cruzaremos el arroyo para girar a la izquierda después y empezar a remontar la ladera.
Más arriba dejaremos a nuestra derecha una gran peña. Es probable que empecemos a oir los silbidos de las marmotas avisando de nuestra llegada.
Si volvemos la vista atrás veremos un espectacular panorama, cubierto de nubes negras que amenazaban con sus truenos.
La senda que seguimos llega a una bifurcación, tomando el camino de la derecha que en poco tiempo nos lleva al terreno rocoso de la Peña Foratata.
En la fotografía siguiente se ve el camino hacia el collado de la Peña Foratata, que separa las dos cimas. La senda era obvia, pero dado el estado del cielo decidí terminar aquí la ruta. Dejaré el collado para otra ocasión.
Desde el lugar donde me encontraba, tenía unas vistas panorámicas bellísimas del Valle de Tena y todas las cimas que lo circundan.
Llegué a 2186 metros, superando un desnivel de 618 metros. Caminé por el borde de la Peña que parece que vaya a derrumbarse hacia Formigal, que se ve al fondo en la fotografía siguiente.
Las vistas y panorámicas desde arriba son espectaculares. La Peña cae vertical en la cara que mira a Formigal.
Y es sublime como la vida se abre paso, a pesar de tener todas las posibilidades en contra. Hay multitud de árboles retorcidos por el sol, el viento, la lluvia y la nieve, pero viviendo en el límite de la vida.
Empecé a retornar por el camino de subida, con el miedo en el cuerpo por el aspecto del cielo, amenazador en todo momento.
Pero tuve la gran suerte que el cielo fue abriéndose según descendía, pudiendo disfrutar del sendero recorrido.
Desde la lejanía vemos las formaciones marmóleas del Pico del Infierno (3083 m), un capricho de la naturaleza.
Viendo la inmensidad de la montaña, desde una vista lateral, me entró morriña por no haber llegado al collado entre las dos cimas. Ahora recuerdo con nostalgia que pude haber jugado con mi destino y haber llegado al punto final de la ruta. Quedará para un futuro, que tiempo hay.
Cerca ya de Formigal, me enteré que esta ruta tiene "un peaje" que pagar. Me lo recordó el funcionario que se ve en la fotografía siguiente, que no me dejaba pasar si no cumplía con la tarifa.
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